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Realmente nuestro Siglo de Oro debería llamarse, atendiéndonos a la historia, Siglo de Hojalata, si no fuese porque a unos plumillas -Cervantes, Lope, Góngor
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Realmente nuestro Siglo de Oro debería llamarse, atendiéndonos a la historia, Siglo de Hojalata, si no fuese porque a unos plumillas -Cervantes, Lope, Góngora, Quevedo ...-, que vivían por el barrio de las Letras, les dio por escribir la mejor literatura de todos los tiempos, lo que hizo que el término Siglo de Oro fuese consagrado, según criterios artísticos y literarios, como el gran periodo de la historia de España. No se trataba de algún personaje egregio que destacaba sobre los demás; era como una meseta elevada a la altura de los picos. Con este libro pretendemos descender a los bajos fondos para tratar de la mala vida en el Siglo de Oro madrileño; la vida perdularia y canalla que llevaban desde los reyes, la nobleza y la Iglesia que era más humana que romana -hasta el pueblo, sobre todo el pueblo; de sus vicios, sus usos amorosos heterodoxos e inmorales, la violencia y las cárceles; los pícaros, jugadores, ladrones y asesinos a sueldo. No olvidaremos tampoco a los bodegoneros, posaderos y taberneros, que eran oficios con muy mala fama ejercidos muchas veces por bribones y timadores; unos robándote o dando gato por liebre y otros aguando el vino sin escrúpulos. Pero a pesar de todas las penurias, pocas veces el pueblo de Madrid estuvo más alegre y con más ansias de divertirse, asistiendo de forma masiva a los toros, al teatro o las romerías-ramerías las llamaban algunos con sus exageradas comilonas y bebilonas. Más de cien imágenes y un anexo con dieciséis hojas del Plano de Teixeira donde situamos las tabernas, mesones y bodegones del siglo XVII pensamos que darán amenidad en este recorrido, canalla pero vivo y divertido, de Madrid. Que así sea.